Las personas nacemos con una determinada herencia y en un entorno concreto. Comenzamos ya desde muy pequeños a interactuar y relacionarnos con nuestro entorno (familiar, social y cultural), aprendiendo una serie de reglas y normas en torno a las que va a girar y funcionar el mundo que vamos descubriendo. Vamos asimilamos toda esta información desde muy temprana edad, formándose así lo que va a constituir nuestra manera habitual de pensar, sentir , actuar y, por ende, nuestra manera de darle significado e interpretar las cosas que nos rodean y suceden a diario. En esta interacción, desarrollamos diferentes maneras de afrontar nuestro día a día, abarcando así la forma en que actuamos, pensamos y sentimos.
Ahora bien, aunque este proceso de aprendizaje se haya dado, no somos receptores pasivos sino todo lo contrario. Estamos en constante aprendizaje, unas veces somos más conscientes de ello y otras menos. Así pues, en terapia se va a evaluar detenidamente cada caso, elaborando posibles hipótesis que explican el problema o problemas existentes y planteando los objetivos del tratamiento. Una vez elaborada esta evaluación, se procede a la intervención donde se van a poner en práctica técnicas o estrategias orientadas al logro de los objetivos planteados. Por último, se realiza un seguimiento para evaluar la eficacia del tratamiento y del cambio.