Cuando llegamos a una cafetería, casi sin pretenderlo, nos convertimos, tanto en sedentarios como en transeúntes, y si nos sentamos cerca de una ventana, o quizás ocupando una mesa al aire libre, la situación se vuelve casi perfecta: nos convertimos en el espejo involuntario del desconocido que mira a la calle casi desde el anonimato, mirando pasar la vida, fundiéndose en ella, con la tranquilidad absoluta de que todo va bien, todo encaja y fluye a la vez, y es en ese instante cuando nos tomamos el café, y sonreímos.
Nuestra esencia, nuestro momento, nuestro lugar: La terracita 2.0